sábado, 5 de abril de 2008

"Subprime"

La bola giraba languideciendo en lo que probablemente sería su última vuelta. Con un repiqueteo final encajó perfectamente en el 30 (rojo), continuando su movimiento giratorio ya a menor velocidad, esta vez solidariamente con el plato de metal. John Smith suspiró y agachó la cabeza por última vez, mesándose el pelo con ambos codos apoyados en la mesa. Acababa de perder los últimos 3.000 $ que le quedaban, en un intento desesperado por que una apuesta en “pleno” le salvara de sus deudas y de ahogarse económicamente por completo. Pero había perdido todo lo que tenía. Días después, a miles de kilómetros del estado de Nevada donde se encontraba el gigantesco casino de las Vegas, Luis Sánchez, empleado de una empresa de azulejos en Castellón (España), es despedido junto a más de 200 compañeros debido a las necesidades de recorte de plantilla que sufre la empresa por la caída en las ventas.

Aparentemente, se trata de dos hechos sin relación ninguna, y aunque ficción, no deja de ser un fiel retrato de la situación que en el orden mundial se ha vivido en los últimos meses, y que demuestra una vez más la complejidad del mundo actual en su estructura fuertemente globalizada.

En efecto, el incauto John Smith no sabía las consecuencias que su ruina tendría para el resto del mundo. Al perder todo el dinero del que disponía (se encontraba en paro desde hace meses), y a falta de otro tipo de activo cuya venta pudiera haberle reportado algo de liquidez, su banco, una pequeña entidad del estado de Virginia (a miles de kilómetros de las Vegas) llamada Virgina Commerce Bancorp dejó de cobrar las letras que Smith les debía en concepto de la hipoteca que éste había suscrito con ellos. Realmente, Virginia Commerce Bancorp nunca debería haber prestado a Smith el dinero, ya que se trataba de un individuo con un riesgo muy alto de impago debido a su situación personal. Pero el banco, animado por la coyuntura económica del momento y por la mayoría de bancos del país que estaban ganando dinero a espuertas prestando a individuos de perfil similar, suscribió con Smith una hipoteca del tipo “subprime”, de alto riesgo, con un tipo de interés más elevado que hipotéticamente compensaba el riesgo del banco, al recibir de vuelta más intereses. Se trató simplemente de un caso “de libro” de avaricia por parte de los bancos: al final, el saco terminó por romperse, porque el riesgo que habían corrido era excesivo, y ninguna autoridad ni órgano regulador en EEUU había puesto freno a esta situación.

Virginia Commerce Bancorp sufrió más impagos del estilo del bueno de Smith. Y al igual que este banco de Virginia, muchas más entidades del resto del país comenzaron a experimentar la desagradable sensación de ver cómo sus clientes dejaban de acudir religiosamente todos los meses a sus arcas para depositar el dinero prestado. Automáticamente, todas las alarmas saltaron en el resto del sistema bancario y financiero estadounidense. Los grandes bancos como Bank of America, Citigroup, JP Morgan Chase o Bear Stearns habían basado gran parte de sus inversiones en fondos que operaban con productos de los bancos hipotecarios como el de Virginia: en definitiva, los bancos grandes habían comprado acciones de los bancos pequeños (en forma de fondos de inversión) en algunos casos, y en otros más flagrantes habían adquirido directamente las hipotecas de los clientes como Smith, con lo que la exposición de “los grandes” al riesgo era elevadísima. Al producirse los impagos, las acciones de los bancos como Virginia cayeron estrepitosamente, lo que se tradujo automáticamente en una pérdida total del valor de los fondos que apuntan a estas acciones, que son los que formaban parte de las inversiones de Citigroup, por ejemplo.

Cuando la noticia llegó simplemente a rozar los oídos de los “brookers” de todas las Bolsas mundiales, la histeria en primera instancia y finalmente el colapso fue generalizado. Ante los rumores (y constataciones posteriores) de que “los grandes” de EEUU habían perdido gran parte de sus inversiones centradas en las hipotecas “subprime”, sus acciones cayeron en picado, llegando a perder casi el 40% del valor. En la práctica, sólidas corporaciones intocables hasta el momento como Citigroup fueron superadas en capitalización bursátil por bancos que las habían mirado hasta entonces desde la lejanía, como el Santander español.

La crisis se extendió rápidamente por todo el entramado bancario mundial, y desde éste al financiero: los grandes bancos de otros países (HSBC inglés - el segundo banco mundial -, ó el UBS suizo - el que más ha perdido -, entre muchos otros como Morgan Stanley, BNP Paribas, etc.) también habían incluido los fondos y productos derivados del sector hipotecario estadounidense en su estructura de inversión, por lo que prácticamente todos ellos estaban salpicados y con pérdidas millonarias. La desconfianza entre ellos mismos cundió rápidamente, puesto que a su vez cada banco había adquirido otros tipos de productos de inversión que ofrecían el resto: es decir, todos los bancos compartían un tanto por ciento representativo de su capital, por lo que si varios de ellos caían arrastraría al resto. La crisis pura estaba servida, la economía mundial colapsó y las Bolsas cayeron estrepitosamente por miedo a una quiebra en el sistema económico global.

Pero ahí no terminó la cosa. Los mercados financieros, arrastrados inexorablemente por los bancos, también se iban a ver afectados en su línea de préstamo de dinero interbancario en primera instancia y a las empresas consecuentemente a continuación: la desconfianza en la salud económica del banco vecino y las dudas acerca de cuánto habría perdido cada uno provocaba que los bancos no se prestaran dinero entre sí, por miedo a que los préstamos no pudieran ser devuelto. El dinero dejó de circular físicamente, con lo que los bancos se encontraron con falta de liquidez: no disponían de dinero y entre semejantes tampoco se prestaban (es necesario tener en cuenta que los bancos se prestan grandes cantidades de dinero a diario, de manera habitual, para cubrir sus operaciones), con lo que la escasez de dinero en el mercado provocó que éste aumentara su precio. Los bancos se imponían entre sí grandes intereses para prestarse dinero. Los Bancos Centrales (la FED estadounidense y el BCE europeo) inyectaron más líquido (dinero físico) en el sistema, para que aumentara la oferta ante una demanda brutal, pretendiendo abaratar el precio del dinero. Pero la desconfianza y el temor a que “los grandes” estuvieran seriamente dañados pesaban demasiado, y el precio del dinero y en general la situación de crisis no sólo no descendió sino que se agudizó.

Al no haber dinero en el mercado financiero por la reticencia entre los bancos a prestarse entre sí (corregido en parte por las inyecciones de líquido de los Bancos Centrales), el precio del dinero aumentó (el Euribor es el interés que se cobran los bancos entre sí por prestarse dinero, durante un día), con lo que evidentemente los bancos aumentaron a su vez los intereses que cobraban a las empresas ordinarias y particulares. (El banco siempre presta el dinero a empresas y particulares un poco por encima de lo que le cuesta a él: Euribor + x% en el caso de préstamos variables, ese “x%” es lo que gana el banco en la operación).

El aumento de los intereses, y la mayor precaución de las entidades a la hora de conceder créditos, provocaron que las condiciones de los préstamos a empresas y particulares se endurecieran. Cada vez era más complicado que los bancos prestaran dinero a las empresas y particulares, y cuando lo hacían era con intereses elevados. Esto redundó en una caída en las inversiones de las empresas (si no reciben dinero de los bancos no pueden acometer los proyectos que tengan en mente) y en el consumo de los particulares (que ven cómo los préstamos les cuestan más), con lo que la crisis en el sector empresarial y particular estaba servida: si las empresas no pueden acometer sus proyectos, descienden sus ventas, con ellas sus ingresos y no pueden pagar a sus empleados; además, si los particulares no consumen (por falta de crédito o porque las empresas no les pagan), no dan dinero a las empresas que les venden los productos, las ventas caen y vuelta a empezar. Cuando los bancos estornudan, el orden mundial se resfría inexcusablemente.

En países como España, en los que la economía nacional estaba basada en un sector como el de la construcción, que estaba fuertemente endeudado por la facilidad con la que los bancos concedían créditos a constructoras e inmobiliarias (ya que estas empresas los devolvían rápidamente y con facilidad por la alta demanda que había en el sector de la vivienda, debido a que se trataba de un sector de inversión y no sólo de consumo, dada la alta revalorización que tenían los precios de las casas y lo barato que resultaba pedir un préstamos, lo que convertía a la vivienda en un activo atractivo para inversores), una crisis financiera mundial incide muy directamente en el sistema.


De repente, los bancos dejaron de prestar dinero tan alegremente a los inversores particulares por miedo a los impagos y a su vez encarecieron dichos préstamos, por el alto precio del dinero en el mercado, lo que provocó que la demanda de vivienda cayera. Igualmente, se restringió y encareció el préstamo a las constructoras e inmobiliarias, éstas se encontraron sin capacidad para terminar las promociones que tenían empezadas y para acometer otras nuevas, y por tanto no recibían dinero de los compradores, lo que terminaba con ellas. Y con ellas, el resto de empresas indirectas del sector, por ejemplo, las empresas de azulejos de Castellón.

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